Sentado en una mesa de la cafetería de su universidad, eran las 6:40 de la mañana, ese día había llegado temprano, aunque no solía hacerlo, solo se despertó un poco antes de la hora habitual. Se encontraba observando a las personas del lugar y simplemente esperó, no sabía lo que estaba esperando, a lo mejor no esperaba nada. Cuando a lo lejos vio una chica pasar, lo único que pensó fue: -Que linda, ¿Quién será? - y dejo de mirar. Esperó a que ella se acercara más porque supuso que tendría que pasar por donde él estaba, pero no fue así, la chica se desvió y subió las escaleras hacia el segundo piso, en ese momento, el chico pensó: -No me puedo quedar con las ganas de verla de cerca- esperó otro momento, una parte de él quería ir tras de ella, seguirla hasta poder verle la cara, otra parte pensaba que solo debía olvidarla, sería demasiado loco acecharla como un animal, nunca había hecho algo así. El chico lo meditó por un tiempo hasta que simplemente decidió levantarse, subir las escaleras e ir hacia su salón de clase, pero, por dentro no dejaba de pensar en esa misteriosa chica y mientras recorría por los pasillos del segundo piso miraba hacia los lados con atención esperando encontrarla, hasta que la vio, y si antes le había parecido bonita, ahora le pareció hermosa. Poseía todos los atributos para ser una mujer muy atractiva, su sencillez, su sensualidad innata y su mirada tierna pero maliciosa, simplemente le gustó y esto último le encantó, era algo casi imperceptible, pero él lo notó durante los dos segundos que la miró, ella por su parte seguía distraída mientras él se acercaba cada vez más, llegó a estar muy cerca de ella, se detuvo por un segundo, corrigió su postura, tomó aire y sólo siguió, ella nunca lo notó, subió al tercer piso, entró al salón, se sentó en una esquina, abrió su maleta, sacó su cuaderno y sólo fingió.
Fingió estar ahí, fingió prestar atención, que nada ocurría, que nada pasaba, que nada sentía, sólo fingió. Pero, no dejaba de pensar en ella, y en todas las chicas que algún día había “visto” y nunca se acercó, sabía que no podía dejar que esto pasara otra vez, ésta vez no, no podía dejar de conocer a esa mujer, así que se levantó de la silla y rápidamente salió del salón, sus compañeros lo vieron y pensaron que algo le había pasado, afanosamente bajó las escaleras y justo cinco pasos antes de llegar donde estaba ella bajó la velocidad, ella estaba concentrada en su celular, el chico se acercó y esos cinco pasos para él fueron eternos, solo pensaba: -¿Cómo haré para decir la primera palabra? y aún más importante ¿Qué seguirá después?- el chico tragó saliva y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo único que salió de su boca fue: -Oye, tú de casualidad conoces a Carlos- Carlos era un amigo de él, no sabía por qué había dicho lo que había dicho pero ya lo había dicho, así que debía asumirlo, inmediatamente ella respondió: -No-, -Lo siento, es que te pareces mucho a una amiga de él-, -Entonces, espero que esa amiga sea muy linda- contestó ella de forma irónica, -La verdad si, debería ser bastante linda- murmuró el chico para sí mismo. Era obvio que esa chica no existía, pero en ese momento no sabía qué más decir, el chico sintió que toda su piel se erizaba y por un segundo creyó que la situación le superaba, pero, inmediatamente después miró hacia un costado de la chica y vio una caja, así que se le ocurrió preguntar - ¿Qué tienes ahí? -, a lo que ella respondió: -Tengo unas galletas, las estoy vendiendo-, -dame una, quiero probarlas-. Luego de comprarle unas galletas a la chica y despedirse tímidamente, el chico volvió a subir las escaleras, mucho más tranquilo, con algo de felicidad en su rostro porque logró dos cosas en ese momento; la primera, poder acercarse a una chica bastante linda, algo que él no solía hacer; y la segunda, comprase unas galletas que realmente estaban muy buenas. El chico volvió al salón, notó que había dejado su lapicero en el suelo, lo recogió y se sentó.
Comió las galletas con calma, mientras pensaba. Solo habían hablado durante menos de 1 minuto, solo la había visto una vez en la vida, pero, cada vez que masticaba surgía una pregunta hacía aquella chica. Cuando terminó las galletas se dio cuenta que no podía simplemente dejarlo así, así que volvió a salir, ya un poco más calmado, bajó las escaleras otra vez y mientras lo hacía, rogaba al universo que ella siguiera ahí todavía, cuando llegó al lugar donde ella estaba sentada se acercó y le dijo: -Oye, volví porque estoy enamorado...- ella lo miró extrañada, no es algo que esperes de alguien que acabas de conocer, a lo que el chico continuo: -...De tus galletas, son muy ricas-, ella solo sonrió y dijo: -Si, realmente son muy buenas, las de avena son las mejores- entonces, el chico dijo: -Te propongo un trato, dame seis galletas, dos de cada tipo y te prometo que las venderé al final de la mañana-, ella sin pensarlo aceptó, le dio las galletas al desconocido y él antes de despedirse recordó porque estaba ahí, le dijo: -Deberías darme tu numero para contactarte y cuando haya vendido las galletas poder darte el dinero- era un argumento bastante válido, por lo que la chica no tuvo ningún problema en darle su número, después de eso el chico volvió al salón y vendió las galletas en menos de 10 minutos.
Así la conoció y luego, tuvo la oportunidad de verse con ella unas cuantas veces más, pudieron platicar por más tiempo, pudieron reírse, almorzar juntos, caminar, tomar un café, criticar, desahogarse, quejarse y volverse a reír, pero, él nunca consiguió cautivar a esa chica, tal vez no era el modo, el momento, ni el lugar, tal vez no eran las palabras, las acciones, los motivos, las razones ni los sentimientos, o tal vez, simplemente, no era ella y no era él.
Han pasado algunos años, las cosas no suceden como todos quisiéramos y eso es algo que él ha aprendido a aceptar bien. Sin embargo, él chico por momentos piensa en ella, no tiene la certeza si sale con alguien y no le interesa saber, de lo único que está seguro es que ella es caos y recuerda que fue esa una de las cosas que más le cautivó, el caos puede llegar a enamorar a cualquiera y él solo desea que, cualquiera que sea el elegido para compartir ese caos, realmente la valore, la complemente y la haga feliz, pero, seguramente esto nunca se lo dirá… o tal vez, algún un día una carta escribirá.
Que tengas un buen día A.G.